Declaración en motivo del Día internacional de la educación ambiental
Cataluña (España)26 Enero 2021
Hoy, 26 de enero, Día Internacional de la Educación Ambiental, queremos hacer público nuestro posicionamiento, que es a la vez nuestro compromiso, no sólo pensando en el bien común, sino en las futuras generaciones y en todos los seres vivos de la Madre Tierra.
Nos encontramos en un período crítico de la historia, ante una emergencia ecológica global con diversas y gravísimas derivaciones (alimentarias, sociales, sanitarias, etc.). En este contexto, la educación ambiental se convierte en algo fundamental e inaplazable. Sin embargo, nos preguntamos cómo es que cinco décadas de educación ambiental han transformado tan poco las actitudes y los hábitos insostenibles de una sociedad que avanza desbocada hacia el colapso. Entendemos que se ha obviado una indispensable reflexión sobre la base ideológica que sustenta la civilización occidental moderna (cosmovisión cientista, antropocéntrica y mercantilista, cultura del tener y no del ser, etc.). En este cuestionamiento pueden ayudar no poco los saberes ancestrales (ecosòficos) presentes en las tradiciones espirituales, así como en los pueblos indígenas que viven inmersos en la naturaleza y que son ejemplo de resiliencia y cuidado de su entorno.
En esta línea, consideramos que la educación ambiental debe evidenciar la peligrosidad de fiar todo a una economía, una ciencia y una técnica desligadas de la ética ambiental y de una visión amorosa de la Naturaleza; que es necesario contrarrestar ciertos valores (materialismo, consumismo, etc.) con otros que nos ayudan a vivir con más armonía con la Madre Tierra (frugalidad, sencillez, etc.). Creemos también que, junto a los datos precisos, los informes rigurosos y los argumentos lógicos, es imprescindible el lenguaje intuitivo y emocional de las artes, con su poder de conmovernos y de despertar estimación por la naturaleza; que, además de recordar nuestras obligaciones para con el ambiente natural, hay que propiciar experiencias de admiración, pertenencia, gozo y gratitud.
La educación ambiental debería ofrecer igualmente propuestas de acción realizables y coherentes con lo que se defiende (actividades de conexión profunda con la Naturaleza como, por ejemplo, la contemplación) y de la mano de la crítica y la denuncia, fomentar la participación en comunidades y entidades transformadoras (cooperativas de consumidores, movimientos de defensa del patrimonio, etc). De todas formas, estamos también convencidos de que la educación ambiental requiere inexcusablemente nuestra propia conversión: el cultivo de la interioridad (virtudes tales como la empatía, la esperanza activa, etc.), la prédica con el ejemplo y la escucha humilde y comprometida de la ‘sabiduría de la Tierra’.